jueves, 22 de diciembre de 2011

Schopenhauer para vagos...



Ortega y Gasset califico a Schopenhauer de "gigante hecho de arrugas y con ácido en las venas" y yo debo estar en una época de mi vida en la que también corre por mis venas algo de acidez porque desde luego gigante y arrugada no soy, jaja.  El caso es que como siempre digo para cada libro hay un momento,  este pequeño libro  ha caído en mis manos en el momento adecuado. Se trata Parábolas, aforismos y comparaciones de Arthur Schopenhauer. Algo asi como Schopenhauer para vagos, o como entender a Schopenhauer en 1000 palabras, jajaja.  Pensamientos  y reflexiones que coinciden  con mi manera de ver el mundo si exceptuamos algunas citas claramente misóginas (debido a la tormentosa relación que tuvo con su madre, que triste de todo tenemos la culpa las madres, aunque seas la madre de un gran filosofo, la culpa la tienes tu...).

Aquí va una recopilación:

El humor es ironía al revés. Así como ésta es la broma que se esconde tras la seriedad, así aquél es la seriedad que se esconde tras la broma.

Un erudito es alguien que ha aprendido mucho; un genio alguien del que la humanidad ha de aprender algo que hasta ese momento ignoraba.

La gente habitual piensa únicamente en pasar el tiempo, quien tiene algún talento, en utilizarlo.

Un obstáculo capital del progreso del género humano es que la gente no escucha a quienes hablan con más sensatez, sino a quienes hablan más alto.

Un optimista me dice que abra los ojos y vea lo muy bello que es el mundo en sus montes, plantas, aire, animales, etc... ciertamente esas cosas son bellas de ver, pero otra cosa completamente distinta es serlas. ¿Es que acaso es el mundo un calidoscopio?.

La visión de la miseria de otros, ¿nos hará orgullosos o nos hará humildes? En unos causará el primer efecto, en otros, el segundo. Y eso será un rasgo característico.

Si a un estado carente de dolor se agrega la ausencia de aburrimiento, entonces se ha alcanzado en lo esencial la felicidad terrenal, todo lo demás es quimera.

Cuando no tengo nada que me angustia, precisamente eso me angustia, como si tuviera que haber ahí algo, sólo que me permanece oculto.

El dolor no brota de no tener. Brota de querer tener y , sin embargo, no tener.

Sin notarlos vivimos nuestros días bellos, sólo cuando llegan los días malos llamamos inútilmente a los primeros para que vuelvan.


Para saber cuánta felicidad puede recibir uno en la vida lo único que se necesita es saber cuánta felicidad puede dar.

Dígase lo que se diga; el instante más feliz de las personas felices es el de dormirse, y el más infeliz de las infelices, el despertarse.

Es claro lo mucho que nuestra felicidad depende de lo que somos, de nuestra individualidad, mientras que casi siempre tomamos en consideración sólo nuestro destino, o sea, aquello que tenemos o que representamos.


Así como la cera, que es dura y áspera por naturaleza, se vuelve maleable con un poco de calor, de modo que puede adoptar cualquier forma, así es también posible hacer dúctiles y complacientes, con un poco de cortesía y afabilidad, a personas testarudas y hostiles. La cortesía es de ese modo para el hombre lo que el calor para la cera.

No discutamos la opinión de nadie. Pensemos que, si quisiéramos quitarle de la cabeza a alguien todos los absurdos en que cree, podríamos alcanzar la edad de Matusalén sin haber acabado.

Cuando nos maliciemos que una persona miente, finjámosnos crédulos; de ese modo se envalentona, miente más y queda desenmascarada. Si, por el contrario, observamos que deja escapar en parte una verdad que querría disimular, finjámonos incrédulos, para que, provocada por la contradicción, haga avanzar la retaguardia de la verdad entera.

¿Qué significa ofender a alguien? Significa sembrar dudas en la elevada opinión que tiene de sí mismo.

Es completamente verdad que las acusaciones sólo pueden ofender en la medida en que aciertan. Eso se ve en que la más leve insinuación acertada hiere mucho más profundamente que la acusación más grave carente de fundamento. De ahí que quien tiene realmente consciencia de no merecer una acusación tenga derecho a despreciarla tranquilamente. Y lo hará.

Es inútil, es peligroso, es impudente, es risible, es vulgar dejar ver con palabras o con gestos nuestra cólera o nuestro odio. Esos sentimientos nunca deberíamos mostrárselos a los demás más que con actos. Podremos hacer lo segundo de manera tanto más perfecta cuanto más evitemos completamente lo primero. Los únicos animales venenosos son los de sangre fría.

No deberíamos querer empequeñecer a nuestros rivales o contrincantes sólo con la censura o el desprestigio, sino única y exclusivamente siendo grandes nosotros. Eso los hace a ellos pequeños, pequeños, pequeños. Es lo peor que podemos hacerles y por ello no lo perdonan jamas.

Deberíamos tener siempre presente que la cortesía usual es sólo una máscara que hace muecas. Así no pondríamos el grito en el cielo cuando alguna vez esa máscara se ladea un poco o alguien se la quita por un instante.

Sin sentirlo llevamos el peso de nuestro propio cuerpo, pero en cambo sentimos el peso de todo otro cuerpo ajeno que queramos mover, de igual manera, tampoco notamos nuestros defectos y vicios, sino sólo los de los otros.

Para andar por el mundo es oportuno llevar una gran provisión de cautela y de indulgencia. Con la primera nos protegemos de daños pérdidas, con la segunda, de controversias y discusiones.

El destino baraja las cartas y nosotros jugamos.

Lo que la gente llama comúnmente el destino son casi siempre sólo sus propias imbecilidades.

En sentido amplio puede decirse que los primeros cuarenta años de nuestra vida proporcionan el texto, y los treinta siguientes, su comentario. El comentario no enseña a entender correctamente el verdadero sentido y coherencia del texto, así como su moraleja y todas sus finuras.

Cuando somos jóvenes nos figuramos que los acontecimientos y los hombres influyentes e importantes de nuestra vida harán su aparición al son de trompetas y tambores; pero en la vejez la consideración retrospectiva nos muestra que todos ellos se deslizaron subrepticiamente por la puerta trasera, en silencio y casi inadvertidos.

A veces creemos que anhelamos volver a un lugar lejano, cuando lo que propiamente anhelamos es tan sólo volver al tiempo que allí vivimos, cuando éramos más jóvenes y frescos. Si viajamos a ese lugar, pronto nos damos cuenta del engaño.

No sólo las acciones de otros, también las nuestras las comprendemos a veces únicamente al cabo de muchos años. 

Los amigos se dicen sinceros, los enemigos lo son. Por ello deberíamos emplear las censuras de los segundos como un medicamento amargo, para conocernos a nosotros mismos.

Olvidar alguna vez un rasgo malo de una persona es como tirar dinero adquirido con dificultad.

Las relaciones cotidianas son tales que con la mayor parte de nuestros buenos conocidos no volveríamos a intercambiar una sola palabra si oyésemos lo que dicen de nosotros en nuestra ausencia.

La amistad verdadera, auténtica, presupone una participación intensa, puramente objetiva y completamente desinteresada, en las alegrías y penas de otro, y esa participación presupone a su vez una identificación efectiva con el amigo. El egoísmo de la naturaleza humana se opone tanto a eso que la amistad verdadera es una de esas cosas de las que, como gigantescas serpientes de mar, no se sabe si son fabulosas o si existen en alguna parte.

De los males de la vida nos consolamos con la muerte, y de la muerte con los males de la vida. Agradable situación.


La jovialidad y el coraje vital de nuestra juventud se basan en parte en que , como entonces vamos subiendo la montaña, no vemos la muerte, que se encuentra al pie de la otra ladera. Pero una vez que hemos rebasado la cima, vemos realmente la muerte, que hasta ese momento sólo conocíamos de oídas.

La muerte aplaca completamente la envidia, la vejez a medias.

Todos los seres humanos quieren vivir, pero nadie sabe por qué vive.

Se dice que tras la muerte el cielo nos pedirá cuentas. Yo opino que primero podríamos pedirle nosotros cuentas al cielo por esta existencia que hemos tenido que atravesar sin enterarnos nunca de por qué y para qué.

Se dice que la maldad se expía en aquel mundo; pero la estupidez se expía en éste.

¡Cómo puede aguardarse mucho de un mundo en el que casi todos viven meramente porque aún no han podido atreverse a matarse de un tiro!

Si consideramos el mundo, tal cual se nos presenta, como un lugar de reunión de seres que se atormenta y mueren pronto, y pensamos que un dios sacó el mundo de la nada, es preciso decir que ese dios se procuró con ello una diversión nada bondadosa.

Si este mundo lo ha hecho un dios, no quisiera yo ser él: los ayes del mundo me romperían el corazón.

Y por ultimo esta que me ha hecho mucha gracia, (como a los niños pequeños cuando oyen la palabra pene, jajaja) pero que es cierta, cierta.....

Homo est coitus aliquamdiu permanens vestigium (El hombre es el vestigio permanente de un coito realizado alguna vez).

3 comentarios:

Elysa dijo...

Te pensaba elegir alguna de esas frases, pero no, casí todas contienen algo para reflexionar, la mayoría son verdad.

Este libro lo tengo en casa.

FELIZ NAVIDAD, vecina, deseo que lo pases lo mejor posible acompañada de los tuyos.

Besitos

Anónimo dijo...

Dios cuántas citas!!! Es dificil elegir una sola
Bueno bicho raro, te deseo una MUY FELIZ NAVIDAD para tí y los tuyos
Besos
Emma

Colotordoc dijo...

Todas interesantes, muy interesante

FELIZ NAVIDAD Y EXITOSO AÑO 2012.

Mucha salud. Lo demás viene por añadidura

Besote

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